"Siempre ocurre algo, aunque sea desesperación"

martes, 20 de abril de 2010

Desmond Morris, somos monos presos y conectados

Hace muchos tiempo, creo que tenía 13 años o un poco menos, descubrí en la biblioteca familiar un librito en portugués, O Macaco Nu; venía de leer un interesante thriller, Dragón Rojo, la novela que adaptada en una zaga hizo famoso a Hannibal Lecter, el humanísimo psiquiatra que se comía a sus víctimas.
O Macaco Nu me cambió la perspectiva que Dragón Rojo me dejó de la especie humana, me di cuenta de que en el fondo Lecter era un cagón, mataba por miedo, era un miedoso, un no animal.
Con el tiempo aprendí que los hombres más poderosos en el fondo tienen miedo, dejan de lado su impulso animal comunitario y entran en una fase de no empatía con la especie, algo que no se da en los bichos, los bichos no pueden ni quieren dejar de ser bichos, mi perrito, un dogo gigante y amoroso, por más sentimientos sapiens sapiens que le vuelque, quiere oler a otros perritos, porque le gusta entrar en comunión con sus pares, es feliz.
Cuando leo los chistes de los diarios en primera plana no puedo menos que espantarme de lo poco animales que son estos tipos, a veces llego a pensar que su trabajo consta en generar dobles vínculos, transformarse en madres paranoicas que nos dicen que hacer para después mirar el zoológico sucio en el que se solazan... nunca me gustaron los zoológicos ni los circos, pero si pensamos que por esta conexión binaria que nos atraviesa el cuerpo somos menos animales nos estamos equivocando, somos monos viejos y fumadores en un zoológico tenebroso y cruel, manejando navajas que van a 230 km por hora, llegando a ningún lado y respirando en una prisión de smog sin horizonte, sin visualización, sin vida.
Mi perrito huele a otros perritos y nosotros dejamos de olernos, de mirarnos y de gustarnos; ahora nos etiquetamos... y estamos cada día más malos.