"Siempre ocurre algo, aunque sea desesperación"

sábado, 27 de noviembre de 2010

Dylan Thomas y la esencia de la política: La Mano que Firma el Papel

La mano que firmó el papel derribó una ciudad;
Cinco dedos soberanos tasaron el aliento,
Duplicaron el mundo de muertos, dividieron un país;
Estos cinco reyes condujeron a un rey hacia la muerte.

La poderosa mano lleva a un hombro caído,
El yeso oprime sus articulaciones;
Una pluma de ganso ha puesto fin a un asesinato
Lo que acaba con la conversación.

La mano que firmó el tratado engendró fiebre,
Y creció el hambre, y vino la langosta;
Grande es la mano que sostiene el dominio sobre
El hombre por un nombre pintarrajeado.

Los cinco reyes cuentan los muertos mas no calman
La herida encostrada, ni acarician la frente;
Una mano gobierna la piedad, otra mano el cielo;
Ninguna tiene lágrimas para derramar.

El Calamar Opta por su Tinta (guión adaptado) parte 2

ESCENA 3 – INT – LIVING DE LA CASA DEL MAESTRO – DÍA
El maestro busca en la biblioteca, que está muy ordenada, casi obsesivamente, los libros de texto de primero, segundo y tercer grado; toma una bolsa de casa de deportes en el bolsero de la cocina y acomoda puntillosamente los libros comenzando con el de tercer grado y ubicando amorosamente en el primer lugar de la pila el libro de primer grado con mucho amor. Se sienta en la mesa de living y escribe una carta.
La misma dice:
Estimado Don Juan S/D:
No puedo más que sorprenderme por sus ansias de conocimiento; fue una noticia que cambió el color de mi día.
Hombres como usted serán nombre de calles y avenidas algún día… parte del acervo histórico de nuestra maravillosa ciudad… le pido encarecidamente que me devuelva en perfecto estado los libros la semana entrante; se que tiene mucha actividades culturales y políticas, pero ya que ha olvidado el pago de los últimos seis meses de la cooperadora, estos ejemplares son los únicos que hay en la ciudad y funcionan como biblioteca popular,
Siempre suyo,
El maestro colocó la carta en un sobre de madera, firmó el sobre y lo colocó arriba de la pila de libros, abrió la puerta, le entregó la bolsa a Tadeo y cerró la puerta de un portazo. Se puso el libro de Dickens en la cara nuevamente, y ya sin el sol que le daba en el rostro, se durmió profundamente.

El Calamar Opta por su Tinta (guión adaptado)

Ofrezco esta fruta salvaje a quien tenga hambre (la adaptación es mía... el cuento, del más grande, Adolfo Bioy Casares; nada más).


EL CALAMAR OPTA POR SU TINTA
ESCENA 1 – INT - CASA DEL MAESTRO DE ESCUELA (HABITACIÓN)- DÍA
El maestro está durmiendo la siesta, un libro de Dickens le tapa la cara, el cuarto luce desordenado y se ven títulos de Carl G. Jung, Marcel Proust y Victor Hugo tirados en el piso, junto a slips y tazas de café sucias; es un hombre de unos 35 años, con cierto parecido a George Clooney, más que nada por la canas y el porte. Tiene la cara tapada porque por la cortina una línea de luz le apunta directamente a esa parte del cuerpo. Se escucha el ruido de unos golpes fuertes en la puerta de la entrada a la casa que parecen patadas, el maestro se levanta sobresaltado y toma un paraguas con punta para defenderse, luce alterado y confundido. Se acomoda el pantalón, ajuste su cinto y se dirige a la cocina, en la bacha hay un montón de platos sucios, corre dos o tres platos y se lava la cara, con la cara lavada se peina un poco y hace un gesto de fastidio. Se dirige a la puerta con el paraguas como arma en la mano, observa por la mirilla y lo ve a Tadeo, el maestro murmura una puteada, Tadeo es un alumno suyo de la escuela nocturna, un chico de unos veinte años que tiene un leve retraso en el aprendizaje.
ESCENA 2 – EXT – EN LA PUERTA DE LA CASA DEL MAESTRO – DÍA
TADEO
Padrino pide libro de primero, segundo y tercer grado Maestro, ahora mismo ya
MAESTRO
¿No te parece Tadeíto que no es hora de romper las pelotas?
TADEO
Pide padrino yo cumplo Maestro
MAESTRO
¿Puedo saber para que quiere Don Juan libros de primero, segundo y tercer grado?, dudo que haya aprobado el jardín de infantes…
TADEO
Pide padrino Maestro yo cumplo
(continuará)

martes, 20 de abril de 2010

Desmond Morris, somos monos presos y conectados

Hace muchos tiempo, creo que tenía 13 años o un poco menos, descubrí en la biblioteca familiar un librito en portugués, O Macaco Nu; venía de leer un interesante thriller, Dragón Rojo, la novela que adaptada en una zaga hizo famoso a Hannibal Lecter, el humanísimo psiquiatra que se comía a sus víctimas.
O Macaco Nu me cambió la perspectiva que Dragón Rojo me dejó de la especie humana, me di cuenta de que en el fondo Lecter era un cagón, mataba por miedo, era un miedoso, un no animal.
Con el tiempo aprendí que los hombres más poderosos en el fondo tienen miedo, dejan de lado su impulso animal comunitario y entran en una fase de no empatía con la especie, algo que no se da en los bichos, los bichos no pueden ni quieren dejar de ser bichos, mi perrito, un dogo gigante y amoroso, por más sentimientos sapiens sapiens que le vuelque, quiere oler a otros perritos, porque le gusta entrar en comunión con sus pares, es feliz.
Cuando leo los chistes de los diarios en primera plana no puedo menos que espantarme de lo poco animales que son estos tipos, a veces llego a pensar que su trabajo consta en generar dobles vínculos, transformarse en madres paranoicas que nos dicen que hacer para después mirar el zoológico sucio en el que se solazan... nunca me gustaron los zoológicos ni los circos, pero si pensamos que por esta conexión binaria que nos atraviesa el cuerpo somos menos animales nos estamos equivocando, somos monos viejos y fumadores en un zoológico tenebroso y cruel, manejando navajas que van a 230 km por hora, llegando a ningún lado y respirando en una prisión de smog sin horizonte, sin visualización, sin vida.
Mi perrito huele a otros perritos y nosotros dejamos de olernos, de mirarnos y de gustarnos; ahora nos etiquetamos... y estamos cada día más malos.